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EL MITO DEL AVE FÉNIX

"...Que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor, tanto, que parece consumirse en aquella llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace de nuevo."

San Juan de la Cruz. Comentario al verso 17 de su Cántico espiritual.
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* Según el mito antiguo, Lactancio, narra que el fénix nace en un lugar sagrado situado en Oriente, el bosquecillo del Sol, en cuyo centro hay un manantial que lo inunda doce veces al año. El ave, única en el mundo, sigue constantemente a Febo (sol) en su curso marcando las horas diurnas y nocturnas. 
Transcurridos mil años, el fénix siente su cuerpo debilitado por la vejez, y parte hacia nuestro mundo con el fin de renovarse. Llega a Siria (que recibirá el nombre de Fenicia por el ave), elige una palmera alta y construye en su copa un nido o tumba ("un nido o una tumba, pues muere para vivir, aunque se crea a sí misma") Tras llenar el nido con los más exquisitos aromas orientales, se sumerge doce veces en el agua sagrada y reposa en el nido mientras espera la salida del sol. 

Al despuntar el primer rayo, dedica un melodioso canto al astro; después, cuando el disco solar ha aparecido por completo, lo saluda tres veces batiendo las alas, vierte sobre su cuerpo los perfumes recogidos en Oriente y se quema por el efecto de un rayo en conjunción con la llama que sale del nido. 
Así, sufre una muerte vital (genitale morte) y queda reducido a cenizas. 

Pero la naturaleza humedece sus cenizas, las condensa y las fecunda, y de éstas sale una larva blanquecina sin miembros, que crece poco a poco hasta adquirir forma de huevo. Tras el período de incubación, el nuevo fénix sale del huevo. 
El ave crece alimentándose únicamente del néctar caído del cielo; llegada a la adolescencia, regresa a su país, escoltado por un coro de seres alados. Antes envuelve los restos mortales de su padre en un globo de mirra, bálsamo e incienso, los lleva a Heliópolis y los deposita en el altar del santuario. 

Todo el mundo acude a ver la prodigiosa criatura; sus plumas son rojas, con reflejos dorados e iridiscentes; el pico, de marfil y diamante; sus ojos brillan como dos amatistas con una llama escarlata en el centro; su cabeza está rodeada de una aureola de rayos. 
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Un poema concluye con unos versos que expresan de forma muy eficaz la paradoja en la que se centra el mito del fénix:

" ¡Ave de destino y muerte venturosa, a la que Dios concedió nacer de sí misma! Hembra o macho, o ni lo uno ni lo otro, feliz por no conocer pacto con Venus. Su Venus es la muerte, la muerte es su único placer. Para poder nacer, antes desea morir. Es su propia descendencia, su padre y su heredero, su propia nodriza y a la vez su criatura. Es ella y no es ella, es la misma y no es la misma, alcanzó la vida eterna por el bien de la muerte".
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Cierto es que estas palabras resultan muy adecuadas, capítulo indispensable para comprender el símil Mujer-fénix en la poesía romance de la Edad Media.
○ Boris Indrikov Art. (Rusia)

 

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